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CONOCIENDO LA EPILEPSIA

La epilepsia es un trastorno neurológico caracterizado por la aparición periódica de convulsiones; alteraciones en la señalización eléctrica en el cerebro. Con el tiempo se han descrito numerosos tipos de epilepsia que varían en gravedad, desde una alteración sensorial leve hasta un corto período de mirada o inconsciencia hasta convulsiones.

Las convulsiones se deben a una actividad eléctrica anormal dentro del cerebro. Pueden manifestarse en una variedad de síntomas, incluyendo movimientos repetitivos, cambios en la frecuencia respiratoria, enrojecimiento, lapsos repentinos en la conciencia, alucinaciones, espasmos rítmicos de los músculos o una pérdida generalizada del control muscular.

Aproximadamente 3 millones de personas experimentan epilepsia en los Estados Unidos y hay 200.000 casos diagnosticados cada año.

Las convulsiones epilépticas son causadas por una interrupción de la actividad eléctrica entre las neuronas en la corteza cerebral, la parte más desarrollada del cerebro humano. La corteza está compuesta por alrededor de dos tercios de la masa del cerebro, y es responsable del pensamiento, la percepción, la producción y comprensión del lenguaje. También es responsable de procesar e interpretar los cinco sentidos.

La epilepsia generalmente se diagnostica sobre la base de una combinación de hallazgos clínicos, incluyendo la historia del paciente, el examen físico y las pruebas de laboratorio. Por otra parte, hay múltiples problemas de salud diferentes que pueden causar epilepsia, como lo son los tumores cerebrales, ya sean benignos o malignos, traumatismos cerebrales, irregularidades autoinmunes y enfermedades neurológicas como el accidente cerebrovascular y la enfermedad de Alzheimer que pueden provocar convulsiones. Estas representan formas de epilepsia que se adquieren y tienen una causa distinta.

La epilepsia idiopática describe las epilepsias sin causa identificable. Se cree que la genética desempeña un papel en muchos casos de epilepsia idiopática, ya que los parientes cercanos de un epiléptico tienen cinco veces más probabilidades de desarrollar epilepsia ellos mismos.

En individuos susceptibles, las convulsiones pueden precipitarse por la presencia de ciertos factores conocidos como desencadenantes, que incluyen niveles bajos de azúcar en sangre (hipoglucemia), deshidratación, fatiga, falta de sueño, estrés, calor o frío extremo, depresión y luces intermitentes o parpadeantes. Las sensibilidades alimentarias y ambientales pueden desencadenar convulsiones en algunas personas.

La prueba diagnóstica más común para detectar la epilepsia es el electroencefalograma (EEG), que monitorea la actividad eléctrica en el cerebro. Sin embargo, la actividad cerebral puede ser normal entre las convulsiones, por lo que un electroencefalograma normal no descarta un diagnóstico de epilepsia. Otros estudios de imágenes cerebrales, como la resonancia magnética y la tomografía computarizada, a veces se utilizan para identificar las causas físicas de las convulsiones, como tumores o malformaciones en la vasculatura del cerebro.

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